viernes, 24 de mayo de 2019

Personas nos cuentan sus historias más entrañables con la comida

Personas nos cuentan sus historias más entrañables con la comida

La comida va directo al estómago, pero también al corazón. No se trata sólo de alimento, sino de historias, recuerdos de olores, texturas, personas y fechas que se hacen importantes por algún platillo o mesa compartida.

Platicamos con algunas personas y les pedimos que nos compartieran estas anécdotas que la comida hizo especiales. A continuación, algunas memorias de sus vivencias salidas del horno:

Pablo Arciniegas

Periodista, 29 años. Bogotá, Colombia.

Pablo

No se equivocan los que dicen que México es el país surrealista. Lo digo porque cada vez que me preguntan que fue lo más chingón que me comí allá, la verdad —o la neta si prefieren— la boca me sabe a una quesadilla con hongos: huitlacoches.

Cuando se es vegetariano, mi caso, siempre se espera lo peor: o comer nada o pasar por la pena de preguntarle al mesero si le pueden preparar una versión de equis cosa sin carne. Yo iba preparado para lo peor cuando me bajé del avión y por eso la quesadilla con huitlacoche, que fue lo primero que me comí en México, más que comida fue un acto de fraternidad, fue como si todo el DF me dijera: éntrale tu también, cabrón, a esta experiencia extrasensorial que se llama la comida mexicana, con sus flores de calabaza, sus guacamoles con chapulines y cervezas Pacífico, que atraviesan la vida de la gente.

Confieso que hoy busco una imagen en Google de los huitlacoches y veo cómo deforman el maíz y lo ponen todo morado, pero no lo pienso dos veces: quisiera arrancar uno y bajarme en Xola para llevárselo a la seño de las quesadillas de a 5 pesos para comérmelo con salsa Valentina.

Virginia Vega

Publirrelacionista, 31 años. CDMX.

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Recuerdo con singular nostalgia el día que le preparamos a Api (mi tío al que siempre le decíamos así) un chocolate caliente y una pan de queso con chocolate. Recuerdo que mi hermana y yo teníamos como 7 años y conseguimos la receta del libro de recortes de mi abuela, entonces quisimos sorprenderlo: cocinamos por horas con ayuda de mi mamá, aunque todo el tiempo estaba nerviosa por algo.

Cuando llego Api tapamos sus ojitos y lo sorprendimos. Se lo comió con mucha alegría. Sespués vimos que tomaba muchas pastillas. Api era diabético y aunque sabía que nuestra preparación podía subirle en demasía el azúcar, se comió todo y nos abrazó mucho.

Pete Mezcales

Dueño del restaurante Antolina Condesa, 41 años. CDMX.

Pete

Uno de los mejores recuerdos que tengo es el de la comida de mis 40 años. He tenido la suerte de ser un tipo que ha comido riquísimo y muchísimo también. Mi afición al mundo del mezcal me ha hecho convivir siempre con las mejores cocinas y cocineras. Esos sabores que literalmente explotan en lo más profundo de tu alma y tu corazón.

Fue hace doce años cuando comencé mi peregrinar en este mundo de la gastronomía. Doña Aurora Toledo, del restaurante oaxaqueño Zandunga, se convirtió en mi primer contacto con el fantástico mundo que me esperaba detrás del mezcal. De ahí nació una muy linda amistad y muchos viajes.

Resalto también mis visitas a Santa Catarina Minas, Oaxaca, con los Ángeles, la lindísima familia detrás del mezcal Real Minero. Ellos me acogieron en momentos muy determinantes de mi vida. Su amistad, su mezcal y su cocina ayudaron a sanar mi herido corazón.

Fue así que fuimos construyendo un muy lindo triángulo con Doña Aurora Toledo, Doña Graciela Ángeles y un servidor mejor conocido como Pete Mezcales. Uno siempre quiere compartir estas bondades de la vida con la gente que uno más quiere y cuando cumplí 40 años se me hizo el milagrito.

Veníamos saliendo de meses muy difíciles post-terremoto en la Condesa, arrancando nuestro proyecto Antolina. Y a pesar de todo, la vida no se ha cansado todavía de ser generosa conmigo. Logramos hacer un tour por Oaxaca bautizado como el #PeteMezcalesCarnivalOfLoveAndJoy y pude compartir esa pasión de mi vida con mi adorada mujer e hijo, mi madre, mis hermanos de sangre y mis hermanos de vida y todos sus hijos. Éramos como 25.

La comida oficial del tour fue en la casa en donde meses mas tarde abrirían el Zandunga Reforma y ahí pude presentar a los más importantes personajes de mi vida con el triángulo Zandunga - Real Minero - Antolina. Comimos delicias istmeñas preparadas por Doña Aurora, con los mezcales de Graciela y su familia, rompimos la piñata y le soplé a las 40 velitas de mi pastel con hijuelos de maguey. ¡Soy un tipo muy afortunado!

Miguel Bravo

Periodista, 27 años. Puebla

Miki

Tengo un recuerdo muy bonito. No es precisamente mío, pero es importante en mi casa. Resulta que la familia de un tío siempre compraba religiosamente el pan en la misma panadería del centro de Puebla: era la Flor de Puebla. Iba ahí todos los días.

Una tía que trabajaba por ahí era la que compraba el pan para todos después de salir de trabajar (tipo las 7pm). Ahí fue donde conoció a su esposo. Un día que ella fue comprar, él la vio y le gustó mucho, pero no se atrevía a hablarle porque era muy tímido. Así que todos los días durante meses, mi tío iba a comprar el pan a la misma hora y se tardaba eligiendo los panes solo para ver a mi tía. Lo chistoso es que él vivía solo, y terminaba regalando el pan.

Hasta que un día, mi tía se dio cuenta de que mi tío estaba ahí todos los días y en la fila antes de pagar, mi tía le preguntó que si tenía mucha familia porque siempre lo veía comprando un montón de pan. Así empezaron a hablarse. Años después, ya de novios, mi tío le confesó que de tanto comer pan de dulce terminó empachado y desde entonces no le gusta.

Viridiana González

Publirrelacionista, 34 años, CDMX

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Hace 13 años, mientras él trabajaba y yo hacía mi servicio social, mi novio y nos conocimos y en compañía de otra amiga nos volvimos “catadores de esquites”. Somos amantes de los carbohidratos. Al cruzar toda la ciudad para que me llevara a casa, probábamos distintos esquites. Cada que veíamos un puestito queríamos comer y comer. Así llevábamos en aquel entonces ya bastantes recorridos, hasta que nos separamos.

Pero la vida al igual que la comida, siempre nos sorprenden y hoy, después de pensar que en aquel momento era el fin de nuestra comedera, pues ¡no! Después de estar separados 12 años, hace un año (justo el 3 de junio de 2018) nos reencontramos.

Fuimos a dar un paseo a Querétaro, subimos la Peña de Bernal y al bajar nos topamos con un puesto de esquites y sin pensarlo decidimos comprar nuestros vasos —por cierto, el de habanero es uno de los mejores que he probado—. Al sentarnos a disfrutarlos sonreímos y dijimos, ¡esquites! Nos emocionó y segura estoy que vibró nuestro corazón por tan linda coincidencia y por recomenzar esta historia de amor.

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La noticia Personas nos cuentan sus historias más entrañables con la comida fue publicada originalmente en Directo al Paladar México por Ollin Velasco .



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